jueves, 26 de abril de 2012

El Enemigo

Mi juventud no fue sino un gran temporal
Atravesado, a rachas, por soles cegadores;
Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros
Que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.

He alcanzado el otoño total del pensamiento,
y es necesario ahora usar pala y rastrillo
Para poner a flote las anegadas tierras
Donde se abrieron huecos, inmensos como tumbas.

¿Quién sabe si los nuevos brotes en los que sueño,
Hallarán en mi suelo, yermo como una playa,
El místico alimento que les daría vigor?

-¡Oh dolor! ¡Oh dolor! Devora vida el Tiempo,
Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón,
Crece y se fortifica con nuestra propia sangre.

Charles Baudelarie

Acuérdate De Mí

 Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede aniquilar.

¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar.

Lord Byron

miércoles, 25 de abril de 2012

Walking Around

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.


El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.


Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.


Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío


No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.


No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.


Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.


Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.


Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.


Pablo Neruda

Tengo Miedo


Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.

Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)

Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!

Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.

Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.

Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.

Pablo Neruda


Ciego


De pronto, esta conciencia triste
de que el mar no nos ve; de que no era
esta correspondencia mantenida
días y noches por mi alma
y la que yo le daba al mar sin alma,
sino en un amor platónico.

¡Sí, inmensamente ciego!

Aunque esta luna llena y blanca
nos alumbre, partimos las espaldas
del agua en una plenitud de oscuridades.
Y no vistos del mar,
no existimos por este mar abierto
que cerca nuestra nada en horizontes
verdes, resplandecientes e ideales.

Este miedo, de pronto…

Juan Ramón Jimenez

martes, 24 de abril de 2012

Test

Qué es un antipoeta:
Un comerciante en urnas y ataúdes?
Un sacerdote que no cree en nada?
Un general que duda de sí "mismo?
Un vagabundo que se ríe de todo
Hasta de la vejez y de la muerte?
Un interlocutor de mal carácter?
Un bailarín al borde del abismo?
Un narciso que ama a todo el mundo?
Un bromista sangriento
Deliberadamente miserable?
Un poeta que duerme en una silla?
Un alquimista de los tiempos modernos?
Un revolucionario de bolsillo?
Un pequeño burgués?

Nicanor Parra

Rompecabezas

No doy a nadie el derecho.
Adoro un trozo de trapo.
Traslado tumbas de lugar.

Traslado tumbas de lugar.
No doy a nadie el derecho.
Yo soy un tipo ridículo
A los rayos del sol,
Azote de las fuentes de soda
Yo me muero de rabia.

Yo no tengo remedio,
Mis propios pelos me acusan
En un altar de ocasión
Las máquinas no perdonan.

Me río detrás de una silla,
mi cara se llena de moscas.

Yo soy quien se expresa mal
Expresa en vistas de qué.

Yo tartamudeo,
Con el pie toco una especie de feto.

¿Para qué son estos estómagos?
¿Quién hizo esta mescolanza?
Lo mejor es hacer el indio.
Yo digo una cosa por otra.

Nicanor Parra

Preguntas y Respuestas

Qué te parece valdrá
la pena matar a dios
a ver si se arregla el mundo?
-claro que vale la pena
-¿valdrá la pena jugarse
la vida por una idea
que puede resultar falsa?
-claro que vale la pena
-¿pregunto yo si valdrá
la pena comer centolla
valdrá la pena criar
hijos que se volverán
en contra de sus mayores?
-es evidente que sí
que nó
que vale la pena
-Pregunto yo si valdrá
la pena poner un disco
la pena leer un árbol
la pena plantar un libro
si todo se desvanece
si nada perdurará
-tal vez no valga la pena
-no llores
-estoy riendo
-no nazcas
-estoy muriendo

Nicanor Parra

Madrigal

Yo me haré millonario una noche
Gracias a un truco que me permitirá fijar las imágenes
En un espejo cóncavo. O convexo.

Me parece que el éxito será completo
Cuando logre inventar un ataúd de doble fondo
Que permita al cadáver asomarse a otro mundo.

Ya me he quemado bastante las pestañas
En esta absurda carrera de caballos
En que los jinetes son arrojados de sus cabalgaduras
Y van a caer entre los espectadores.

Justo es, entonces, que trate de crear algo
Que me permita vivir holgadamente
O que por lo menos me permita morir.

Estoy seguro de que mis piernas tiemblan,
Sueño que se me caen los dientes
Y que llego tarde a unos funerales.

Nicanor Parra

Epitafio

De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa
Hijo mayor de un profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca del ídolo azteca
-Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida-
Ni muy listo detonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!

Nicanor Parra

Mujeres

La mujer imposible,
La mujer de dos metros de estatura,
La señora de mármol de Carrara
Que no fuma ni bebe,
La mujer que no quiere desnudarse
Por temor a quedar embarazada,
La vestal intocable
Que no quiere ser madre de familia,
La mujer que respira por la boca,
La mujer que camina
Virgen hacia la cámara nupcial
Pero que reacciona como hombre,
La que se desnudó por simpatía
Porque le encanta la música clásica
La pelirroja que se fue de bruces,
La que sólo se entrega por amor
La doncella que mira con un ojo,
La que sólo se deja poseer
En el diván, al borde del abismo,
La que odia los órganos sexuales,
La que se une sólo con su perro,
La mujer que se hace la dormida
(El marido la alumbra con un fósforo)
La mujer que se entrega porque sí
Porque la soledad, porque el olvido...
La que llegó doncella a la vejez,
La profesora miope,
La secretaria de gafas oscuras,
La señorita pálida de lentes
(Ella no quiere nada con el falo)
Todas estas walkirias
Todas estas matronas respetables
Con sus labios mayores y menores
Terminarán sacándome de quicio.

Nicanor Parra

De Adan y Eva IV

—Ayer estuve observando a los animales y me puse a pensar en ti. Las hembras son más tersas, más suaves y más dañinas. Antes de entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden. ¿Por qué? Te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden a diferentes horas?

Ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiración es tranquila y tienes el rostro desatado y los labios abiertos. Podrías decirlo todo sin aflicción, sin risas.


¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron , pues, de mi costado, no me dueles?


Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.


Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? Todas las noches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezo a crecer como el día.


Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca.


¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé que tuve.
 
Jaime Sabines

El Hombre Imaginario


El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte de un sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.

Nicanor Parra 

Aromos

Paseando hace años
Por una calle de aromos en flor
Supe por un amigo bien informado
Que acabas de contraer matrimonio.
Contesté que por cierto
Que yo nada tenía que ver en el asunto.
Pero a pesar de que nunca te amé
-Eso lo sabes tú mejor que yo-
Cada vez que florecen los aromos
-Imagínate tú-
Siento la misma cosa que sentí
Cuando me dispararon a boca de jarro
La noticia bastante desoladora
De que te habías casado con otro.

Nicanor Parra

lunes, 23 de abril de 2012

Otherness

Siempre me aconsejaron que escribiera distinto
que no sintiera emoción sino pathos
que mi cristal no fuera transparente
sino prolijamente esmerilado
sobre todo que si hablaba del mar
no nombrara la sal.

Siempre me aconsejaron que fuera otro
y hasta me sugirieron que tenía
notorias cualidades para serlo
por eso mi futuro estaba en la otredad

El único problema ha sido siempre
mi tozudez congénita
neciamente no quería ser otro
por lo tanto continúe siendo el mismo

Otros sí digo / me enseñaron
Después que la verdad
Era más bien tediosa
El amor / cursi y combustible
La decencia / bastarda y obsoleta

Siempre me instaron a que fuera otro
Pero mi terquedad es infinita
Creo además que si algún día
me propusiera ser asiduamente otro

Se notaría tanto la impostura
que podría morir de falso crup
o falsa alarma u otras falacias

Es posible asimismo que esos buenos propósitos
sean sólo larvadas formas de desamor
ya que exigir a otro que sea otro
en verdad es negarle su otredad más genuina
como es la ilusión de sentirse uno mismo

Siempre me aconsejaron que escribiera distinto
pero he decidido desalentar / humilde
y cautelosamente a mis mentores

En consecuencia seguiré escribiendo
igual a mi o sea
de un modo obvio irónico terrestre
rutinario tristón desangelado
(por otros adjetivos se ruega consultar
criticas de los últimos treinta años)
y eso tal vez ocurra por que no sé ser otro
que ese otro que soy para los otros.

Mario Benedetti

La Cosa

El cambio de la cosa no es
la cosa. Esto es cierto.
La cosa no es el cambio. Esto
es verdad. ¿En qué se convierten,
los dos atados o unidos por
un hilo del cuerpo?
¿Cómo se llama eso? El cambio
bebió los vinos de la cosa y
también su enfermedad. ¿Se vuelve
salud para la cosa y enferma?
¿Y la cosa qué hace?
¿Sabe que verse como esencia es
un vicio de la eternidad?
¿Se perderá en olvidos de la imaginación?
En un batir de cielo
contra la cara cabe
la palabra que nunca volvió
o su música ida.


Juan Gelman

Ausencia De Dios


Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.
Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.
Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.
Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que dios se muere, se resbala,
saber que dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.
Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

Mario Benedetti

miércoles, 18 de abril de 2012

Carta de un soldado a Dios

Escucha Dios… yo nunca hablé contigo.
Hoy quiero saludarte, ¿cómo estás?
Tú sabes… me decían que no existes,
y yo, tonto de mí, creí que era verdad.

Yo nunca había mirado tu gran obra,
y anoche, desde el cráter que cavó
una granada vi tu cielo estrellado,
y comprendí que había sido engañado.
Yo no sé si tú, Dios, estrecharás mi mano,
pero voy a explicarte, y comprenderás,
es bien curioso, en este infierno horrible
he encontrado la luz para mirar tu faz.
Después de ésto, mucho que decirte no tengo.
Tan sólo que… me alegro de haberte conocido.
Pasada media noche habrá ofensiva,
pero no temo, sé que tú vigilas.
¡La señal! bueno Dios, ya debo irme…
me encariñé contigo… quiero decirte,
que como tú sabes, habrá lucha cruenta
y quizá esta noche, aún llamaré a tu puerta.
Aunque nunca fuimos amigos,
¿Me dejarás entrar si hasta a ti llego?
pero… si estoy llorando, ¿ves Dios mío?
se me ocurre que ya no soy impío.
Bueno Dios, debo irme… buena suerte.
Es raro, pero ya no temo a la muerte.

domingo, 15 de abril de 2012

El Secreto De La Felicidad

Cierto mercader envió a su hijo al más sabio de todos los hombres para aprender el secreto de la
felicidad.

El muchacho anduvo muchos dias por el desierto, hasta que llego a un castillo, que se encontraba en los alto de una montaña.

El sabio que el muchacho buscaba vivía allí.

Sin embargo, en vez de encontrar a un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala y vio una actividad inmensa; mercaderes que entraban y salían, personas que conversaban por los rincones, una pequeña orquesta tocando suaves melodías y había una mesa cubierta con los platos más deliciosos de aquella región delmundo.

El sabio conversaba con todos y el muchacho tuvo que esperar dos horas para ser atendido.

El sabio escuchó el motivo de la visita del muchacho y le dijo que en es momento no tenía tiempo de explicarle el secreto de la felicidad.

Le sugirió que se diera un paseo por su palacio y volviera despues de dos horas.

"Quiero pedirte un favor" dijo el sabio, entregando al muchacho una cucharilla en la que dejó caer dos gotas de aceite.

"Mientras vas caminando, lleva esta cucharilla sin permitir que se derrame el aceite".

El muchacho comenzó a subir y bajar las escalinatas del palacio, manteniendo siempre los ojos fijos en la cucharilla.

Cuando pasaron las dos horas, regreso con el sabio.

Entonces preguntó el sabio: "Has visto las tapicerías de Persia que hay en mi comedor?" "Viste el jardín que el maestro de jardineros se tardó cien años para plantar?" "Te diste cuenta de los bellos pergaminos de mi biblioteca?"

El muchacho, avergonzado, confesó que no había visto nada.

Su única preocupación era no derramar las gotas de aceite que el Sabio le había confiado.

- Vuelve, pues, y conoce las maravillas de mi mundo, dijo el Sabio.

No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.

Ya más tranquilo, el muchacho cogió la cucharita y volvió a pasear por el palacio, fijándose esta vez en todas las obras de arte que pendían del techo y de las paredes.

Vio los jardines, las montañas enderredor, la delicadeza de las flores, la exquisitez con que cada obra de arte estaba colocada en su sitio.

Al regresar al lado del Sabio, relató con pormenores todo lo que había visto.

- Pero, ¿dónde están las dos gotas de aceite que te confié? preguntó el Sabio.

Mirando hacia la cucharilla, el muchacho se dio cuenta de que las habia derramado.

"Pues ése es el único consejo que te puedo dar"

El más sabio de los sabios le dijo al muchacho, este es el único consejo que te puedo dar.

"El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo sin olvidarte nunca de
las dos gotas de aceite de la cucharita".

sábado, 14 de abril de 2012

El Presumido y El Viejo

Un presumido estudiante que se encontraba asistiendo a un juego de fútbol, se tomó la molestia de explicarle a un señor mayor sentado cerca suyo, por qué le es imposible a la vieja generación comprender a su generación.

“Usted creció en un mundo diferente, realmente casi uno primitivo”, dijo en voz lo suficientemente alta para que lo escucharan alrededor. Los jóvenes de hoy crecimos con televisión, internet, aviones jet, viajes al espacio, el hombre caminando en la luna.  Nuestras sondas espaciales han visitado Marte. Tenemos naves con energía nuclear y carros eléctricos y de hidrógeno. Computadoras con procesos de velocidad de la luz… y más”

Luego de un breve silencio el señor mayor respondió lo que sigue:

“Tienes razón, hijo mío. Nosotros no tuvimos esas cosas cuando éramos jóvenes… así que las inventamos.  Ahora, arrogante muchacho, ¿qué estás haciendo TÚ para la próxima generación?”

El Barzón

Esa tierras del rincón
las sembré con un buey pando,
se me reventó el barzón
y sigue la yunta andando.

Cuando llegué a media tierra
el arado iba enterrando,
se enterró hasta la telera,
el timón se deshojó,
el barzón se iba trozando,
el yugo se iba pandeando,
el sembrador me iba hablando;
yo le dije al sembrador,
no me hable cuando ande arando.
Se me reventó el barzón
y sigue la yunta andando.

Cuando acabé de pizcar,
vino el rico y lo partió,
todo mi maíz se llevó
ni pa’ comer me dejó,
me presenta aquí la cuenta:
aquí debes veinte pesos
de la renta de unos bueyes,
cinco pesos de magueyes,
una anega, tres cuartillas de frijol
que te prestamos,
una anega, tres cuartillas
de maíz que te habilitamos,
cinco pesos de unas fundas
siete pesos de cigarros.

Seis pesos…no sé de qué
pero todo está en la cuenta!
a más de los veinte reales
que sacaste de la tienda,
con todo el maíz que te toca
no le pagas a la hacienda,
pero cuentas con mi tierra
pa’ seguirla sembrando.
Ora vete a trabajar
pa’ que sigas abonando.

Nomás me quedé pensando
sacudiendo mi cobija,
haciendo un cigarro de hoja.
Que patrón tan sinverguenza!
to’ mi maíz se llevó
para su maldita troje!
Se me reventó el barzón,
y sigue la yunta andando.

Cuando llegué a mi casita,
me decía mi prenda amada:
on’ta el maíz que te tocó?
le respondí yo muy triste:
el patrón se lo llevó
por lo que debía en la hacienda,
pero me dijo el patrón
que contara con la tienda.

Ora voy a trabajar
para seguirle abonando,
veinte pesos, diez centavos
son los que salgo restando.
Me decía mi prenda amada:
ya no trabajes con ese hombre,
nomás nos está robando
anda al salón de sesiones
que te lleve mi compadre,
ya no le hagas caso al padre,
el y sus excomuniones!
Qué no ves a tu familia
que ya no tiene calzones?
Ni yo tengo ya faldillas
ni tú tienes pantalones.

Nomás me quedé pensando,
me decía mi prenda amada:
que vaya el patrón al cuerno!
cómo tuviéramos de hambre
si te has seguido creyendo
de lo que te decía el cura,
de las penas del infierno.
Viva la revolución!
Muera el supremo gobierno!
Se me reventó el barzón
y siempre seguí sembrando!

martes, 27 de marzo de 2012

El Rio

Había una vez dos monjes Zen que caminaban por el bosque de regreso al monasterio. Cuando llegaron al río, una mujer lloraba en cuclillas cerca de la orilla. Era joven y atractiva.
- ¿Qué te sucede? - le preguntó el más anciano.
- Mi madre se muere. Ella está sola en su casa, del otro lado del río y yo no puedo cruzar. Lo intenté - siguió la joven - pero la corriente me arrastra y no podré llegar nunca al otro lado sin ayuda... pensé que no la volvería a ver con vida. Pero ahora... ahora que aparecisteis vosotros, alguno de los dos podrá ayudarme a cruzar...
- Ojalá pudiéramos - se lamentó el más joven -. Pero la única manera de ayudarte, sería cargarte a través del río y nuestros votos de castidad nos impiden todo contacto con el sexo opuesto.
Está prohibido... lo siento.
- Yo también lo siento - dijo la mujer y siguió llorando.
El monje más viejo se arrodilló, bajó la cabeza y dijo:
- Sube.
La mujer no podía creerlo, pero con rapidez tomó su atadito con ropa y montó a horcadas sobre el monje.
Con bastante dificultad el monje cruzó el río, seguido por el otro más joven.
Al llegar al otro lado, la mujer descendió y se acercó en actitud de besar las manos del anciano monje.
- Está bien, está bien - dijo el viejo retirando las manos -, sigue tu camino.
La mujer se inclinó en gratitud y humildad, tomó sus ropas y corrió por el camino al pueblo.
Los monjes, sin decir palabra, retomaron la marcha al monasterio.
.... Faltaban aún diez horas de caminata.
Poco antes de llegar, el joven le dijo al anciano:
- Maestro, vos sabéis mejor que yo de nuestro voto de abstinencia. No obstante, cargaste sobre tus hombros a aquella mujer todo el ancho del río.
- Yo la llevé a través del río, es cierto, ¿pero qué pasa contigo que la cargas todavía sobre tu cabeza ?

miércoles, 21 de marzo de 2012

Eva


Él la perseguía a través de la biblioteca entre mesas, sillas y facistoles. Ella se escapaba hablando de los derechos de la mujer, infinitamente violados. Cinco mil años absurdos los separaban. Durante cinco mil años ella había sido inexorablemente vejada, postergada, reducida a la esclavitud. Él trataba de justificarse por medio de una rápida y fragmentaria alabanza personal, dicha con frases entrecortadas y trémulos ademanes.

En vano buscaba él los textos que podían dar apoyo a sus teorías. La biblioteca, especializada en literatura española de los siglos XVI y XVII, era un dilatado arsenal enemigo, que glosaba el concepto del honor y algunas atrocidades por el estilo.

El joven citaba infatigablemente a J. J. Bachofen, el sabio que todas las mujeres debían leer, porque les ha devuelto la grandeza de su papel en la prehistoria. Si sus libros hubieran estado a mano, él habría puesto a la muchacha ante el cuadro de aquella civilización oscura, regida por la mujer cuando la tierra tenía en todas partes una recóndita humedad de entraña y el hombre trataba de alzarse de ella en palafitos.

Pero a la muchacha todas estas cosas la dejaban fría. Aquel período matriarcal, por desgracia no histórico y apenas comprobable, parecía aumentar su resentimiento. Se escapaba siempre de anaquel en anaquel, subía a veces a las escalerillas y abrumaba al joven bajo una lluvia de denuestos. Afortunadamente, en la derrota, algo acudió en auxilio del joven. Se acordó de pronto de Heinz Wölpe. Su voz adquirió citando a este autor un nuevo y poderoso acento.

«En el principio sólo había un sexo, evidentemente femenino, que se reproducía automáticamente. Un ser mediocre comenzó a surgir en forma esporádica, llevando una vida precaria y estéril frente a la maternidad formidable. Sin embargo, poco a poco fue apropiándose ciertos órganos esenciales. Hubo un momento en que se hizo imprescindible. La mujer se dio cuenta, demasiado tarde, de que le faltaba ya la mitad de sus elementos y tuvo necesidad de buscarlos en el hombre, que fue hombre en virtud de esa separación progresista y de ese regreso accidental a su punto de origen.»

La tesis de Wölpe sedujo a la muchacha. Miró al joven con ternura. «El hombre es un hijo que se ha portado mal con su madre a través de toda la historia», dijo casi con lágrimas en los ojos.

Lo perdonó a él, perdonando a todos los hombres. Su mirada perdió resplandores, bajó los ojos como una madona. Su boca, endurecida antes por el desprecio, se hizo blanda y dulce como un fruto. Él sentía brotar de sus manos y de sus labios caricias mitológicas. Se acercó a Eva temblando y Eva no huyó.

Y allí en la biblioteca, en aquel escenario complicado y negativo, al pie de los volúmenes de conceptuosa literatura, se inició el episodio milenario, a semejanza de la vida en los palafitos.

Juan Jose Arreola

Quetzalcoatl

Ometecuhtli y Omecihuatl, el Señor y la Señora de la Dualidad en la religión azteca, tuvieron cuatro hijos. Cuatro encarnaciones del Sol.

A ellos les encomendaron la tarea de crear el mundo, de dar vida a los otros dioses y finalmente a la raza humana que los adoraría.

Cada hermano representaba un orden, un tiempo, un espacio, un punto cardinal y un color.

El rojo se llamó Xipe Totec. El negro, Tezcatlipoca. El azul, Huitzilopochtli. Y el blanco, Quetzalcóatl.

Quetzalcóatl, a quien los hombres también llamaron “gemelo precioso”, fue el dios civilizador y de los sortilegios. Inventor de las artes, de la orfebrería y del tejido era, por su enorme sabiduría, de piel y barba blancas. También fue llamado “Señor de todo lo que es doble”.

A diferencia de su hermano azul, Huitzilopochtli, que era un dios guerrero y reclamaba continuamente derramamientos de sangre, o del negro Tezcatlipoca, que era amo y señor de la noche, Quetzalcóatl no deseaba sacrificios humanos en su honor. Su reino era el claro atardecer.

Cuando los hermanos comenzaron su tarea, cuatro mundos, cuatro soles y cuatro humanidades fueron sucesivamente creadas y destruidas. La primera humanidad fue devorada por tigres. La segunda, convertida en monos. La tercera, transformada en pájaros. La cuarta, convertida en peces.

Quetzalcóatl, acompañado de una de sus encarnaciones gemelas llamada Xolotl, descendió a los infiernos, de donde alcanzó a robar una astilla de hueso de una de las humanidades anteriores para crear la nuestra, rociándola con su propia sangre.

El Señor de la Morada de los Muertos no pudo detenerlo, ni aun arrojando a su paso bandadas de codornices.

Los demonios nunca dejaron de intentar engañarlo para que ordenara sacrificios humanos y justificara las “guerras floridas” que reclamaba su hermano Huitzilopochtli.

Pero el amor de Quetzalcóatl por los hombres no le permitió sacrificar en su nombre más que animales, culebras, pavos o mariposas, todos ellos consagrados al Sol.

En su encarnación como Nanahuatzin, un dios tan pobre que sólo podía ofrendarse a sí mismo, se arrojó sin dudar al fuego sagrado. Por ello fue designado para alumbrar el día, mientras que su competidor, generoso en ofrendas pero temeroso de las llamas, sólo alcanzó el rango de Luna.

Por su cobardía, otro dios le tiró a la cara un conejo.

Quien quiera verlo, sólo tiene que esperar que salga la Luna y contemplar su rostro, marcado para siempre.

Leyenda Nahuatl

Instrucciones Para Triunfar En El Oficio

Hace mil años, dijo el sultán de Persia:
-Qué rica.
Él nunca había probado la berenjena, y la estaba comiendo en rodajas aderezadas con jengibre y hierbas del Nilo.
Entonces el poeta de la corte exaltó a la berenjena, que da placer a la boca y en el lecho hace milagros, porque para las proezas del amor es más poderosa que el polvo de diente de tigre o el cuerno rallado de rinoceronte.
Un par de bocados después, el sultán dijo:
-Qué porquería.
Y entonces el poeta de la corte maldijo a la engañosa berenjena, que castiga la digestión, llena la cabeza de malos pensamientos y empuja a los hombres virtuosos al abismo del delirio y la locura.
-Recién llevaste a la berenjena al Paraíso, y ahora la estás echando al infierno –comentó un insidioso.
Y el poeta, que era un profeta de los medios masivos de comunicación, puso las cosas en su lugar:
-Yo soy cortesano del sultán. No soy cortesano de la berenjena.

Eduardo Galeano

domingo, 4 de marzo de 2012

Companera

Para siempre me tienes a tu vera,
la querencia me aposta a tu costado,
y si acaso me ausento de tu lado,
tendida junto a ti dejo mi estera.

Para siempre me tienes, compañera,
para siempre me tienes aferrado,
parra que alzas, rosal que te ha trepado,
yedra tenaz, osada enredadera.

Yo nunca cejo, amor, yo nunca cejo,
a menudo me vuelvo en el camino
y en el rostro me llevo tu reflejo.

Nunca me alejo, amor, nunca me alejo,
de pájaros me lleno y me culmino
y me venzo hacia ti, por ti me inclino.
 
Amancio Prada 

miércoles, 29 de febrero de 2012

Dos Cuerpos

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos raíces
en las noches enlazadas

Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago

Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.

Octavio Paz

Los Espejos

Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita

Y ante la superficie silenciosa
del ébano sutil cuya tersura
repite como un sueño la blancura
de un vago mármol o una vaga rosa,

Hoy, al cabo de tantos y perplejos
años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado,

Infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales.

Prolonga este vano mundo incierto
en su vertiginosa telaraña;
a veces en la tarde los empaña
el Hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
paredes de la alcoba hay un espejo,
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
en esos gabinetes cristalinos
donde, como fantásticos rabinos,
leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
que el usual y gastado repertorio
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso no alarman.

Jose Luis Borges

El Enemigo

Mi juventud no fue sino un gran temporal Atravesado, a rachas, por soles cegadores; Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros...