viernes, 13 de agosto de 2010

EL MITO DE PERSEO


(Mitologia griega)

Perseo era hijo de una mujer mortal, Dánae, y del gran dios Zeus, el rey de cielo. El padre de Dánae, el rey Acrisio, había sabido por un oráculo que algún día su nieto lo mataría y, aterrorizado, apresó a su hija y expulsó a todos sus pretendientes. Pero Zeus era un dios y quería a su hija Dánae. Entró en la prisión disfrazado de aguacero de lluvia de oro, y el resultado de su unión fue Perseo. Al descubrir Acrisio que, a pesar de sus precauciones, tenía un nieto, metió a Dánae y a su hijo en un arcón de madera y lo arrojó al mar, esperando que se ahogaran.
Pero Zeus envió vientos suaves para que empujaran a madre e hijo a través del mar hasta la orilla. El arcón llegó a tierra en una isla donde lo encontró un pescador. El rey que gobernaba en la isla recibió a Dánae y a Perseo y les ofreció refugio. Perseo creció allí fuerte y valiente, y cuando su madre se sintió incómoda por las insinuaciones que no deseaba del rey, el joven aceptó el desafío que lanzó este molesto pretendiente. El desafío consistía en traerle la cabeza de la Medusa Gorgona.

Perseo no aceptó esta peligrosa misión porque deseara adquirir gloria personal, sino porque amaba a su madre y estaba dispuesto a arries­gar su vida para protegerla.

La Medusa Gorgona era tan horrorosa que sólo con mirarle a la cara con­vertía en piedra al observador. Perseo necesitaba la ayuda de los dioses para ven­cerla; y Zeus, su padre, se aseguró de que le ofrecieran esa asistencia. Hades, el rey del inframundo, le prestó un casco que hacía invisible al portador; Hermes, el Mensajero divino, lo proveyó de sandalias aladas, y Atenea le dio la espada y un escudo especial pulido con tanto brillo que servía como espejo. Con este escu­do, Perseo pudo ver el reflejo de Medusa, y de ese modo le cortó la cabeza sin mirar directamente a su horrible rostro.

Con esta cabeza monstruosa, convenientemente oculta en una bolsa, volvió para casa. Durante el viaje vio a una doncella hermosa encadenada a una roca que había en la playa, esperando la muerte a manos de un terrible mons­truo marino. Supo que se llamaba Andrómeda y que la estaban sacrificando al monstruo porque su madre había ofendido a los dioses. Conmovido por su situación y por su hermosura, Perseo se enamoró de ella y la liberó, convirtiendo al monstruo en piedra con la cabeza de la Medusa Gorgona. Después, regresó con Andrómeda para presentársela a su madre que, en su ausencia, se había sentido muy atormentada por las insinuaciones del malvado rey, hasta el punto que, desesperada, tuvo que buscar refugio en el templo de Atenea.

Una vez más, Perseo sostuvo en el aire la cabeza de la Medusa, convirtiendo en piedras a todos los enemigos de su madre. Después le entregó la cabeza a Atenea, que la montó en su escudo, con lo que en adelante se con­virtió en su emblema. También devolvió los otros dones a los dioses que se los habían dado.

Andrómeda y él vivieron en paz y armonía desde entonces y tuvieron muchos hijos. Su único pesar fue que, cierto día, mientras tomaban parte en unos juegos atléticos, lanzó un disco que llegó demasiado lejos impul­sado por una ráfaga de viento, y accidentalmente golpeó y mató a un anciano. Este hombre era Acrisio, el abuelo de Perseo. Al final, de esta forma se cumplió el oráculo que el difunto anciano tanto se había esforzado por evitar. Pero en Perseo no había ningún espíritu de rencor ni de venganza y, debido a esta muerte accidental, no quiso seguir gobernando su legítimo reino. En con­secuencia, intercambió los reinos con su vecino, el rey Argos, y construyó para sí una ciudad poderosa, Micenas, en la que vivió largo tiempo con su familia en amor y honor.



LAS RAZONES DEL NINO

(Rabindranath Tagore)


Si quisiera, el niño podría volar ahora mismo al cielo.
Pero tiene sus razones para no dejarnos.
Toda su felicidad consiste en descansar su cabeza en el seno de su madre; por nada del mundo dejaría de verla.
La sabiduría del niño se expresa en sutiles palabras. ¡Qué pocos son los que pueden comprender su sentido! Si no habla, es que tiene sus razones.
Lo que más desea es aprender la lengua materna de los mismos labios de su madre. ¡Por ello adopta un aire tan inocente!
Pese a que poseía montones de oro y perlas, el niño vino a esta tierra como un mendigo.
Tuvo sus razones para llegar con este disfraz.
Pequeño, desnudo y suplicante, si simula una completa indigencia es para reclamar a su madre el inmenso tesoro de su ternura.
En el país de la minúscula luna creciente nada entorpecía la libertad del niño.
Si renunció a su independencia tuvo sus razones.
Sabe muy bien que ese pequeño nido, el corazón de su madre, contiene una alegría inagotable, y que la tierna atadura de los brazos maternales es infinitamente más dulce que la libertad.
El niño no sabía llorar. Vivía en el país de la felicidad perfecta.
No le faltaron las razones para empezar a verter lágrimas.
Las entrañas de su madre se conmueven con las sonrisas de su dulce rostro, pero es el pequeño llanto que nace de sus penas de niño el que teje entre ella y él el doble lazo de la piedad y el amor.
FIN

CREDO

Creo, Señor, firmemente
que de tu pródiga mente
todo este mundo nació,
que de tu mano de artista
de pintor primitivista
la belleza floreció:

las estrellas y la Luna,
las casitas, las lagunas,
los barquitos navegando
sobre el río rumbo al mar,
los inmensos cafetales,
los blancos algodonales,
y los bosques mutilados
por el hacha criminal.
Los inmensos los cafetales,
los blancos algodonales,
y los bosques mutilados
por el hacha criminal.

Creo en Vos,
arquitecto, ingeniero,
artesano, carpintero
albañil y armador.
Creo en Vos,
constructor de pensamiento,
de la música y el viento,
de la paz y del amor.


Yo creo en Vos, Cristo obrero,
Luz de luz y verdadero
unigénito de Dios,
que, para salvar al mundo,
en el vientre humilde y puro
de María se encarnó.

Creo que fuiste golpeado,
con escarnio torturado,
en la cruz martirizado
siendo Pilatos pretor,
el romano imperialista,
puñetero, desalmado,
que, lavándose las manos,
quiso borrar el error.
El romano imperialista,
puñetero, desalmado,
que, lavándose las manos,
quiso borrar el error.

Carlos Mejia Godoy

CASAS DE CARTON

Qué triste, se oye la lluvia
en los techos de cartón
qué triste vive mi gente
en las casas de cartón

Viene bajando el obrero
casi arrastrando los pasos
por el peso del sufrir
¡mira que es mucho el sufrir!
¡mira que pesa el sufrir!

Arriba, deja la mujer preñada
abajo está la ciudad
y se pierde en su maraña
hoy es lo mismo que ayer
es su vida sin mañana

(recitado)
"Ahí cae la lluvia,
viene, viene el sufrimiento
pero si la lluvia pasa,
¿cuándo pasa el sufrimiento?
¿cuándo viene la esperanza?"

Niños color de mi tierra
con sus mismas cicatrices
millonarios de lombrices
Y, por eso:
qué tristes viven los niños
en las casas de cartón
qué alegres viven los perros
casa del explotador

Usted no lo va a creer
pero hay escuelas de perros
y les dan educación
pa' que no muerdan los diarios
pero el patrón,
hace años, muchos años
que está mordiendo al obrero

oh, oh, uhum, uhum

Qué triste se oye la lluvia
en las casas de cartón
qué lejos pasa la esperanza
en los techos de cartón

Ali Primera

QUIERO APOYAR MI CABEZA

Quiero apoyar mi cabeza
en tus manos, Señor.
Señor del humo, sombra,
quiero apoyar mi corazón.
Quiero llorar con mis ojos,
irme en llanto, Señor.

Débil, pequeño, frustrado,
cansado de amar, amor,
dame un golpe de aire,
tírame, corazón.

Sobre la brisa, en el alba,
cuando se despierte el sol,
derrámame como un llanto,
llórame como yo.


Jaime Sabines

martes, 10 de agosto de 2010

CUANDO ÉRAMOS NIÑOS

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

Mario Benedetti

SOBREVIVIENDO

Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron
sobreviviendo - dije - sobreviviendo.
Tengo un poema escrito más de mil veces,
en el repito siempre que mientras alguien
proponga muerte sobre esta tierra
y se fabriquen armas para la guerra
yo pisaré estos campos sobreviviendo.
Todos frente al peligro sobreviviendo,
tristes y errantes hombres sobreviviendo...
Sobreviviendo...

Hace tiempo no río como hace tiempo
y eso que yo reía como un jilguero;
tengo cierta memoria que me lastima
y no puedo olvidarme lo de Hiroshima.
Cuánta tragedia sobre esta tierra.
Hoy que quiero reírme apenas si puedo,
ya no tengo la risa como un jilguero
ni la paz ni los pinos del mes de Enero;
ando por este mundo sobreviviendo,
sobreviviendo.

Ya no quiero ser sólo un sobrevivente,
quiero elegir un día para mi muerte.
Tengo la carne joven, roja la sangre,
la dentadura buena mi esperma urgente,
quiero la vida de mi simiente.
No quiero ver un día manifestando
por la paz en el mundo a los animales.
Como me reiría ese loco día
ellos manifestándose por la vida
y nosotros apenas sobreviviendo...
Sobreviviendo...

Victor Heredia

Sólo le pido a Dios

(Leon Gieco)

Sólo le pido a Dios
que el dolor no me sea indiferente,
que la reseca muerte no me encuentre
vacío y solo sin haber hecho lo suficiente.

Sólo le pido a Dios
que lo injusto no me sea indiferente,
que no me abofeteen la otra mejilla
después que una garra me arañó esta suerte.

Sólo le pido a Dios
que la guerra no me sea indiferente,
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.

Sólo le pido a Dios
que el engaño no me sea indiferente
si un traidor puede más que unos cuantos,
que esos cuantos no lo olviden fácilmente.

Sólo le pido a Dios
que el futuro no me sea indiferente,
desahuciado está el que tiene que marchar
a vivir una cultura diferente.

lunes, 9 de agosto de 2010

DESIDERATA


(Max Ehrmann) 

Escucha entonces la sabiduría del sabio:
“Camina plácidamente entre el ruido y las prisas,
y recuerda que la paz puede encontrarse en el silencio.
Mantén buenas relaciones con todos en tanto te sea posible, pero sin transigir.

¡No te metas en mi vida!

Los padres que saben meterse en la vida de sus hijos, logran hacer de éstos, hombres y mujeres de bien.
(P. Francisco Javier Rosell Peralta)

Recordaba una ocasión en que escuché a un joven decirle a su padre:
- ¡No te metas en mi vida!
Ésta frase caló hondamente en mí, tanto, que muy frecuentemente la recuerdo en la relación de padres e hijos y me imaginaba yo siendo aquel padre y lo que le respondería a mi hijo.
-¡Hijo, yo no me meto en tu vida, tu te has metido en la mía!

domingo, 8 de agosto de 2010

La poesía es un arma cargada de futuro


(Gabriel Celaya)
 
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

Yo pisaré las calles nuevamente

Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.

YO NO LO SÉ DE CIERTO

Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre
algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.
Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo)

Jaime Sabines

sábado, 7 de agosto de 2010

Palabras

Cuando se ande descalzo, paso a paso de viento,

cuando venga del polvo la ciudad destruida,
que alguien cante una estrofa a las manos de un muerto,
que alguien diga algún verso a su espacio de vida.

Puede ser que sus restos no se distingan en la ciudad,
que la perfección de la piedra no luzca piel.
Puede ser que su sangre no mueva una astronave,
puede ser que sus huesos no sirvan para torres,
puede ser que una estrella brille más que su voz.

Ha pasado que el llanto se convierte en palabras,
ha pasado que un hombre se convierte en palabras,
palabras, palabras, palabras a granel.

Cuando la muerte sea inalcanzable y rara,
cuando un mohoso grillete repose en la vitrina,
que se dé a cada hijo una flor y una bala,
que se sepa que el mundo va sembrado de vidas.

Se sabrá que este ir y venir de piedras no se quedó,
que una lluvia lejana fue a mojar la ciudad.
Fijaremos con clavos las ventanas, los sueños,
los pedazos de tierra, la limpieza y el lodo,
las guitarras, las sillas, las piedras y el amor.

Porque ha pasado que historia se convierte en palabras,
ha pasado que el mundo se convierte en palabras,
ha pasado que todo se convierte en palabras,
palabras, palabras, palabras a granel.

Silvio Rodríguez

El Enemigo

Mi juventud no fue sino un gran temporal Atravesado, a rachas, por soles cegadores; Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros...