El maestro caminaba con sus discípulos. Enseñaba valiéndose de preguntas llenas de contenido, acertijos que guardaban en sí toda la sabiduría de la vida. Y siempre sorprendía a sus discípulos con sus sabias enseñanzas.
En cierta ocasión, mientras anochecía, preguntó a sus discípulos si sabían decir cuando acababa la noche y comenzaba el día.
El primero de ellos dijo:
—Cuando ves a un animal a distancia y puedes distinguir si es una vaca o un caballo.
—No —dijo el maestro.
—Cuando miras un árbol a distancia y puedes distinguir si es pino o eucalipto.
—Tampoco —dijo el maestro.
—Está bien —dijeron los discípulos—, decidnos, ¿cuándo es?
—Cuando miras a un hombre al rostro y reconoces en él a tu hermano; cuando miras a la cara a una mujer y reconoces en ella a tu hermana. Si no eres capaz de esto, entonces, sea la hora que sea, aún es de noche para ti.
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