Cuando el Señor Tlalocán dio la orden de que todas las cosas brotaran sobre la Tierra, así se hizo. Las montañas se pintaron de verde con las yerbas tiernas, y todos los animales aparecieron.
—¿Quién va a disfrutar de tanta riqueza? ¿Quién podrá utilizarla? -se preguntaba el Señor Tlalocán.
Entonces decidió crear dos seres con más entendimiento que el resto de los animales. Quería que el hombre mandara sobre lo que ya estaba y utilizara el mundo. La mujer se ocuparía de hacer el nido y le ayudaría. El Señor Tlalocán decidió esto y los dejó ahí. Luego se puso a espiarlos pero nada ocurría. Andaban como sombras y ninguno se acercaba al otro.
-¿Qué haré? -se preguntaba.
Intentó varias trampas para obligarlos a acercarse sin ningún resultado. Por fin un día dio con la solución:
Juntó un puñado de piojos y puso una parte en la cabeza del hombre y la otra en la de la mujer. Luego se sentó a esperar. Y como una persona no sabe despiojarse sola, el hombre y la mujer, después de rascarse y rascarse, se comenzaron a espulgar el uno al otro. Largas horas pasaban hurgándose la cabeza entre sí. Y al fin comenzaron a hablar y sus conversaciones eran cada vez más de corazón, al fin un día se unieron y de ellos nacimos todos los que estamos en esta tierra.
—¿Quién va a disfrutar de tanta riqueza? ¿Quién podrá utilizarla? -se preguntaba el Señor Tlalocán.
Entonces decidió crear dos seres con más entendimiento que el resto de los animales. Quería que el hombre mandara sobre lo que ya estaba y utilizara el mundo. La mujer se ocuparía de hacer el nido y le ayudaría. El Señor Tlalocán decidió esto y los dejó ahí. Luego se puso a espiarlos pero nada ocurría. Andaban como sombras y ninguno se acercaba al otro.
-¿Qué haré? -se preguntaba.
Intentó varias trampas para obligarlos a acercarse sin ningún resultado. Por fin un día dio con la solución:
Juntó un puñado de piojos y puso una parte en la cabeza del hombre y la otra en la de la mujer. Luego se sentó a esperar. Y como una persona no sabe despiojarse sola, el hombre y la mujer, después de rascarse y rascarse, se comenzaron a espulgar el uno al otro. Largas horas pasaban hurgándose la cabeza entre sí. Y al fin comenzaron a hablar y sus conversaciones eran cada vez más de corazón, al fin un día se unieron y de ellos nacimos todos los que estamos en esta tierra.
Mito Mexica (Azteca)
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