miércoles, 30 de noviembre de 2011

En el Principio


Cuentan los abuelos que sus abuelos sabían una historia muy vieja, tan vieja que fue contada por los primeros hombres que existieron, y que éstos la supieron porque el que es Padre así lo dijo: porque esto fue lo primero que supieron de él.
    En el principio nadie sabía cómo era la forma de la Tierra ni por qué el cielo estaba allá arriba sin caerse. Los primeros que vivieron no sabían cómo explicarse esto. Por más que esforzaban la mirada no alcanzaban a mirar dónde terminaba el mundo, no sabían qué detenía al cielo. Tomaron la decisión de mandar a los más fuertes y valerosos a recorrer la Tierra para saberlo.
    Cuando los más fuertes llegaron a la orilla de la Tierra encontraron a los moradores de los confines, pero éstos no sabían que podía haber más allí ni tampoco sabían que existiera el que es Padre. Nada les importaba, sólo estaban allí.
    Los enviados decidieron ir más allá , fueron y escucharon la palabra del que es Padre. Él les dijo que no debían ir más lejos. Le preguntaron qué había ahí y por qué no podían ir. La palabra del que es Padre les contestó que no hallarían nada, que sólo encontrarían las columnas de fierro que sostienen al cielo. Les dijo que la Tierra es circular como una tortilla o como un tambor, y que el cielo es como una tienda de campaña azul sostenida por columnas de fierro. Les explicó que si llegaban hasta donde están las columnas tendrían que subir por ellas para alcanzar el sitio donde está él, pero que nunca podrían regresar con los suyos.
    Esto dijo el que es Padre, esto dijeron al regresar los primeros tarahumaras y así lo contaron a sus hijos y éstos a los suyos. 

Mito Tarahumara

Un Cruel Puñal

Un cruel puñal con arabescos de oro
llevo en el pecho hasta la cruz clavado
una bella mujer a la que adoro
alli pasando lo dejó olvidado

Un cruel puñal con arabescos de oro
llevo en el pecho hasta la cruz clavado
una bella mujer a la que adoro
alli pasando lo dejó olvidado

Y nunca mas a recojerlo vino
y yo rodando mi fatal camino
el polvo riego con mi eterno lloro
pues descuidado y torpe en mi amargura
caen los diamantes de la empuñadura
del cruel puñal con arabescos de oro

Y nunca mas a recojerlo vino
y yo rodando mi fatal camino
el polvo riego con mi eterno lloro
pues descuidado y torpe en mi amargura
caen los diamantes de la empuñadura
del cruel puñal con arabescos de oro.

Edmundo Delhuemeau

Merceditas

Que dulce encanto tienen mis recuerdos.
Merceditas, aromada florecita...
...amor mío de una vez.

La conocí en el campo, allá muy lejos.
Una tarde donde crecen los trigales,
provincia de Santa Fé.

Asi nació nuestro querer;
con ilusión, con mucha fé.
Pero no sé porqué, la flor se marchitó
y muriendo fué.

Y amándola con loco amor,
asi llegué a comprender
lo que es querer, lo que es sufrir;
porque le dí mi corazón.

Como una queja errante
en la campiña, va flotando
el eco vago de mi canto
recordando aquel amor.

Porque a pesar del tiempo transcurrido
es Merceditas la leyenda que palpita en mi nostálgica canción.

Asi nació nuestro querer;
con ilusión, con mucha fé.
Pero no sé porqué, la flor se marchitó
y muriendo fué.

Y amándola con loco amor,
asi llegué a comprender
lo que es querer, lo que es sufrir;
porque le dí mi corazón.
 
Ramon Sixto Rios 

Bodas Negras

Oye la historia que contome un día
el viejo enterrador de la comarca:
era un amante al que por suerte impía
su dulce bien le arrebató la parca.
 
Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de su hermosa,
La gente murmuraba con misterio:
“es un muerto escapado de la fosa”.
 
En una horrenda noche hizo pedazos
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tierra y se llevó en sus brazos
el rígido esqueleto de la amada.
 
Y allá en la oscuridad más que sombría
de un cirio fúnebre a la llama incierta,
sentó a su lado la osamenta fría
y celebró sus bodas con la muerta.
 
Ató con cintas los desnudos huesos,
el yerto cráneo coronó de flores,
la horrible boca le llenó de besos
y le contó sonriendo sus amores.
 
Llevó la novia al tálamo mullido,
se acostó junto a ella enamorado
y para siempre se quedó dormido
al rígido esqueleto abrazado.
 
Carlos Borges (Venezuela)

Metamorfosis

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.


Luis G. Urbina (Mexico)

Canto Azteca

A este mundo venimos a dormir,
venimos a soñar,
porque no es verdad, no es verdad,
que hayamos venido para vivir la realidad


Canto Azteca

martes, 29 de noviembre de 2011

El Traje para Leer Versos

A principios del año de 1867 salía de Veracruz, rumbo a Europa, un vapor francés conduciendo a varios personajes que culminaron en el ya vacilante Imperio de maximiliano.
Iba entre ellos mi inolvidable padre que, fiel a sus principios políticos, creyó de buena fe que la monarquía y la inmigración europea salvarían al país de muchos desastres en lo futuro.
Y no sé si desengañado o sin voluntad para continuar en el gobierno, pues yo aún no cumplía quince años y nada entendía de política, optó por irse al extranjero.
De lo que no tengo duda es de que, tanto sus amigos como sus más encarnizados enemigos, aplaudieron su honradez sin tacha, única herencia que legó a sus hijos.
Estaba en los comienzos de aquel destierro, que duró más de ocho años, cuando se efectuó el drama de Querétaro, y mi madre y nosotros, tres hermanos, quedamos en la mayor pobreza.
Para vivir se fueron vendiendo todos los objetos de la casa, que desde que nací miré siempre, si no opulenta, dorada de cuanto exige el buen parecer a una familia bien relacionada y de limpia cuna.
Yo, que fuí liberal desde que tuve uso de razón y que admiraba y quería a Juárez, obtuve de ese grande hombre una beca, entré a la Escuela Preparatoria, comencé a escribir versos y llegó un 15 de septiembre en que, elegido por mis camaradas del colegio, tenía que ir a leer al Teatro Nacional una poesía, que a la postre resultó disparatada y llena de figurones imposibles.
Desde que me nombraron para leerla, me preocupé, como todos los pobres, con la adquisición de un traje para presentarme en la tribuna.
Hablé con mi madre, y ella, triste pero ansiosa de complacerme, me ofreció que realizaría mi deseo; y en efecto, la víspera de la gran fiesta nacional, ya estaba en mi poder un traje de buen paño de color azul oscuro.
No disimulé mi alegría; pero al mismo tiempo dije a mi madre:
- Habría preferido que me lo hubieran hecho negro.
- No era posible -me respondió-, ya te contaré a tiempo esa historia.
El 16 de septiembre desperté satisfecho de los primeros aplausos que había recibido en el teatro la noche anterior; y hablé de todas las peripecias ocurridas en el desempeño de mi comisión poética, delante de mis hermanos, a la hora de la comida.
Mi madre lloraba.
- ¿No estás contenta? -le pregunté.
- Sí, muy contenta; pero lloro porque veo lo que es la vida. la víspera de que tu padre saliera de México, me dijo: lo primero que hay que vender son los caballos y el coche. Encontré quien me los comprara, y dos semanas después recibía de la sastrería de Mivielle las dos libreas, la del cochero y la del lacayo, que ya habían sido pagadas anteriormente. Eran inútiles y estaban flamantes, y me conformé con guardarlas. ¿Quién había de comprarlas? Era levita, chaleco y pantalón, de color azul oscuro, con botones dorados.
De una de ellas, achicándola el sastre, he mandado hacer el traje con que has ido anoche a leer tus versos, por eso es azul oscuro, y por eso lloro, porque de una librea del cochero ha salido tu traje de ceremonia.
- ¿Y qué importa, madre mía?
- Es verdad, ¿qué importa?; muchos años tus trajes usados, pero en buen estado, vistieron a varios niños pobres, y hoy has tenido que vestirte de lo que se destinaba a la servidumbre.
¡Así es la vida!, no te envanezcas nunca por lo que tengas, ni te entristezcas cuando lo pierdas; sólo las virtudes constituyen el tesoro que se debe conservar siempre, y el libro de Job enseña mucho; léelo, hijo mio.

Juan de Dios Peza

Federiquillo el Mentiroso


El pequeño Federico era un hermoso niño, de rizados cabellos; pero toda la gente de la aldea lo llamaba siempre Federiquillo el Mentiroso. Cuando por la noche veía volar un murciélago, corría hacia su casa y gritaba:
-¡He visto volar un dragón en persona!
Y, cuando había escardado un cuarto de hora en el jardín de su abuela, afirmaba después grave y firmemente, que había estado arrancando, durante siete horas enteras, malas hierbas del jardín.
-Federiquillo, ¡di la verdad! -lo reprendía su madre cuando lo oía hablar así.
Y cada vez gritaba Federiquillo, indignado:
-¡Ésta es la pura verdad!
-Es y seguirá siendo Federiquillo el Mentiroso -decía enojado su padre, y recurría de vez en cuando al bastón.
La madre, sin embargo, se afligía.
Un día apareció rota en el suelo de la cocina la taza del padre, que tenía el reborde y el asa dorados.
-Federiquillo, ¿qué has hecho? -gritó su madre.
-Nada. Estaba yo tranquilamente en la puerta de la cocina cuando vi cómo esta mesa empezaba de repente a moverse. Todas las tazas saltaron y la dorada más alta que ninguna. De pronto empezó a danzar en círculo, pero cayó por el borde de la mesa y se rompió. Sí, así ha ocurrido. Lo he visto con mis propios ojos.
-¡Federico, tú mientes! Y lo más triste es que tú mismo crees tus mentiras. ¡Ojalá se te erizaran los cabellos cuando no dices la verdad!
-¡Yo no miento nunca! -gritó Federiquillo, y quiso ponerse a patalear.
Entonces notó sobre su cabeza un curioso cosquilleo, y percibió un rumor singular en sus oídos, como cuando el pavo real abre su rueda. Se llevó las manos a los cabellos. Se pasó las dos manos sobre ellos. Todo fue en vano. Obstinado, se dirigió a la cestita de costura de su madre, cogió las tijeras y quiso cortarse los cabellos. Pero en vano: eran tan fuertes como alambres. Entonces gritó, lleno de terror:
-¡Madre, yo he sido quien ha roto la taza!
Al momento se abatieron los erizados cabellos y se le enrollaron en suaves rizos, de modo que fue de nuevo el hermoso Federico.
Y así sucedió cada vez. Cuando el chiquillo mentía, se le erizaban los cabellos hacia lo alto. Y cuando decía después la verdad, se le rizaban de nuevo. Pero si esto sucedía en la escuela, tenía el grave inconveniente de que se burlaba de él toda la clase, y en el camino de regreso a casa lo seguían todos sus compañeros gritando:
-¡Federiquillo, el Mentiroso! ¡Federiquillo, el Mentiroso!
¡Esto era espantoso! Pero, gracias a ello, perdió Federico la costumbre de mentir. Sus padres se sintieron completamente felices desde entonces. Su madre le regaló el día de su cumpleaños un gran libro de cuentos, y su padre una historia de ladrones. Ésta dio mucho que pensar al muchacho. Los ladrones de la historia negaban cuanto se les antojaba, del azul del cielo para abajo. Se dio cuenta, sin embargo, de que finalmente colgaban de la horca, y no decían ya entonces ninguna palabra más.

Cuento Suizo

El Tornillo

Algunas veces es un error juzgar el valor de una actividad simplemente por el tiempo que toma realizarla.
Un buen ejemplo es el caso del experto que fue llamado a arreglar una computadora muy grande y extremadamente compleja... una computadora que valía 12 millones de dólares.
Sentado frente a la pantalla, oprimió unas cuantas teclas, asintió con la cabeza, murmuró algo para sí mismo y apagó el aparato.
Procedió a sacar un pequeño destornillador de su bolsillo y dio vuelta y media a un minúsculo tornillo. Entonces encendió de nuevo la computadora y comprobó que estaba trabajando perfectamente.
El presidente de la compañía se mostró encantado y se ofreció a pagar la cuenta en el acto.
-¿Cuánto le debo? -preguntó.
-Son mil dólares, si me hace el favor.
-¿Mil dólares? ¿Mil dólares por unos momentos de trabajo? ¿Mil dólares por apretar un simple tornillito? ¡Ya sé que mi computadora cuesta 12 millones de dólares, pero mil dólares es una cantidad disparatada! La pagaré sólo si me manda una factura perfectamente detallada que la justifique.
El experto asintió con la cabeza y se fue. A la mañana siguiente, el presidente recibió la factura, la leyó con cuidado, sacudió la cabeza y procedió a pagarla en el acto, sin chistar.La factura decía:
Servicios prestados:
Apretar un tornillo_______ 1 dólar
Saber qué tornillo apretar__999 dólares

lunes, 28 de noviembre de 2011

La Señora Thompson

Al inicio del año escolar una maestra, la señora Thompson, se encontraba frente a sus alumnos de quinto grado.

Como la mayoría de los maestros, ella miró a los chicos y les dijo que a todos los quería por igual. Pero era una gran mentira, porque en la fila de adelante se encontraba, hundido en su asiento, un niño llamado Jim Stoddard.

La señora Thompson lo conocía desde el año anterior, cuando había observado que no jugaba con sus compañeros, que sus ropas estaban desaliñadas y que parecía siempre necesitar un baño.

Con el paso del tiempo, la relación de la señora Thompson con Jim se volvió desagradable, hasta el punto que ella sentía gusto en marcar las tareas del niño con grandes tachones rojos y ponerle cero.

Un día, la escuela le pidió a la señora Thompson revisar los expedientes anteriores de los niños de su clase, y ella dejo el de Jim de último. Cuando lo reviso, se llevo una gran sorpresa.

La maestra de Jim en el primer grado había escrito: “Es un niño brillante, con una sonrisa espontánea. Hace sus deberes limpiamente y tiene buenos modales; es un deleite estar cerca de él”.

La maestra de segundo grado puso en su reporte: “Jim es un excelente alumno, apreciado por sus compañeros, pero tiene problemas debido a que su madre sufre una enfermedad incurable y su vida en casa debe ser una constante lucha”.

La maestra de tercer grado señaló: “la muerte de su madre ha sido dura para él. Trata de hacer su máximo esfuerzo pero su padre no muestra mucho interés, y su vida en casa le afectará pronto si no se toman algunas acciones”.

La maestra de cuarto escribió:”Jim es descuidado y no muestra interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones se duerme en clase”.

La señora Thompson se dio cuenta del problema y se sintió apenada consigo misma. Se sintió aun peor cuando al llegar la navidad, todos los alumnos le llevaron regalos envueltos en papeles brillantes y con preciosos listones, excepto Jim: el suyo estaba torpemente envuelto en el tosco papel marrón de las bolsas del supermercado.

Algunos niños comenzaron a reír cuando ella saco de esa envoltura un brazalete de piedras al que le faltaba algunas, y la cuarta parte de un frasco de perfume. Pero ella minimizó las risas al exclamar:” ¡Que brazalete tan bonito!”, mientras se lo ponía y rociaba un poco de perfume en su muñeca. Jim Stoddard se quedó ese día después de clases solo para decir: “Señora Thompson, hoy usted olió como mi mamá olía “.

Después de que los niños se fueron, ella lloro por largo tiempo. Desde ese día renuncio a enseñar sólo lectura, escritura y aritmética, y comenzó a enseñar valores, sentimientos y principios. Le dedicó especial atención a Jim. A medida que trabajaba con él, la mente del niño parecía volver a la vida; mientras más lo motivaba, mejor respondía. Al final del año, se había convertido en uno de los más listos de la clase.

A pesar de su mentira de que los quería a todos por igual, la señora Thompson apreciaba especialmente a Jim. Un año después, ella encontró debajo de la puerta del salón una nota en la cual el niño le decía que era la mejor maestra que había tenido en su vida.

Pasaron seis años antes de que recibiera otra nota de Jim ; le contaba que había terminado la secundaria, obtenido el tercer lugar en su clase, y que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en su vida.

Cuatro años después la señora Thompson recibió otra carta, donde Jim le decía que, aunque las cosas habían estado duras, pronto se graduaría de la universidad con los máximos honores. Y le aseguro que ella era aún la mejor maestra que había tenido en su vida.

Pasaron cuatro años y llegó otra carta; esta vez Jim le contaba que, después de haber recibido su título universitario, había decidido ir un poco más allá. Le reiteró que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida. Ahora su nombre era más largo; la carta estaba firmada por el doctor James F. Stoddard, M.C.

El tiempo siguió su marcha. En una carta posterior, Jim le decía a la Señora Thompson que había conocido a una chica y que se iba a casar. Le explicó que su padre había muerto hacía dos años y se preguntaba si ella accedería a sentarse en el lugar que normalmente está reservado para la mamá del novio. Por supuesto, ella aceptó. Para el día de la boda, usó aquel viejo brazalete con varias piedras faltantes, y se aseguró de comprar el mismo perfume que le recordaba a Jim a su mamá. Se abrazaron, y el doctor Stoddard susurró al oído de su antigua maestra:

- Gracias por creer en mí. Gracias por hacerme sentir importante y por enseñarme que yo podía hacer la diferencia.

La Señora Thompson, con lágrimas en los ojos, le contesto:

- Estás equivocado, Jim: fuiste tú quien me enseñó que yo podía hacer la diferencia. No sabía enseñar hasta que te conocí.

Lo importante no es simplemente “decirse” maestro sino “sentirse” maestro

Nada Entre la Nada


Quiero ser como soy, sin compararme con nadie; quiero ser igual a mí, para amarme como a nadie.
Sé que la vida es un tiempo, sin tiempo en el universo; y que mi paso por ella  es valioso para mi.
Es posible que al morir, mi espíritu se desprenda y viaje en el universo para vivir otra vida.
Pero también es posible que cuando muera mi cuerpo, mi pensamiento se extinga para convertirse en nada.
Mirando esta reflexión es que amo más mi vida, porque puedo valorarla en su máxima expresión.
Y aunque dejare de ser lo que el hombre sueña ser: Un pensamiento divino, jamás me arrepentiré de haber vivido un instante.
Y mientras pueda pensar, admirar  este prodigio. Daré las gracias  a diario por vivir un solo instante; aunque después de mi muerte sea nada entre la nada.

Autor desconocido.

Los Primeros Hombres

Los dioses quisieron crear nuevos seres capaces de hablar y de recolectar lo que la tierra podría ofrecerles. Pero estas nuevas criaturas debían ser capaces de rendir homenaje a sus creadores.
Es así que formaron el cuerpo del primer hombre con lodo. Lo modelaron con minuciosidad, sin olvidar ningún detalle.
Desgraciadamente, el resultado fue deplorable: sin dientes, los ojos vacíos, sin ninguna gracia, estos muñecos no podían mantenerse de pie y se desintegraban bajo el agua.
Sin embargo, el nuevo ser tenía el don de la palabra, una voz armoniosa, jamás oída en este mundo. Pero no tenía conciencia de lo que decía.

A pesar de todo, los dioses decidieron que estos seres frágiles vivirían. Deberían luchar para sobrevivir, multiplicarse y mejorar su especie, esperando que unos seres superiores no los reemplazaran.
Las nuevas criaturas fueron fabricadas en madera para que ellas pudieran marchar bien derechas sobre la tierra.
Se unieron entre ellas y tuvieron hijos. Pero estos seres no tenían sentimientos. No podían comprender que debían su presencia sobre la tierra solo a la voluntad de los dioses.
Deambularon sin saber adonde iban, tales muertos vivientes. Cuando hablaban no había ninguna emoción en sus voces.
Vivieron muchos años hasta que los dioses decidieron condenarles a muerte: una lluvia de cenizas se abatió sobre estos seres imperfectos. Después el agua fluyó tanto que alcanzó las cimas de las montañas más elevadas. Todo fue destruido.

Los dioses crearon entonces nuevos seres. Pero ellos no correspondieron tampoco a sus esperanzas. El pájaro Xecot Covah les reventaba los ojos, mientras que el felino Cotzbalam los destripaba. Los sobrevivientes afrontaron las acusaciones de todos los seres y objetos que se creían sin alma: las piedras de moler, las marmitas, los cántaros, los perros, todos se quejaban de los malos tratos que habían recibido y amenazaban ahora a los hombres.
Éstos tuvieron miedo, huyeron, subieron sobre los techos que se desplomaron. Entonces se refugiaron en los árboles. Pero las ramas se rompieron. Intentaron encontrar refugio en las grutas; pero las paredes se derrumbaron.
Los pocos sobrevivientes se transformaron en monos. Es por eso que los monos son los únicos animales que evocan la forma de los primeros seres humanos de la tierra Quiché.

Entonces los dioses se reunieron una vez más a fin de crear un nuevo ser hecho de carne y hueso, y dotado de inteligencia. Esta vez se sirvieron del maíz; modelaron su cuerpo con esta pasta blanca y amarilla y les introdujeron pedazos de madera para que sean más rígidos.
Rápidamente, los nuevos seres humanos hicieron prueba de inteligencia: comprendieron el mundo que los rodeaba. Estos seres se llamaban Balam Quitzé, Balam Acab, Ma Hucutah e Iqui Balam.
Entonces los dioses interrogaron al primero de ellos:
- Habla en tu nombre y de los otros, y dinos cuáles son tus sentimientos. Eres consciente de tus poderes?
Balam Quitzé les respondió:
- Ustedes nos han dado la vida y gracias a eso sabemos lo que sabemos, somos lo que somos; hablamos, marchamos y comprendemos lo que nos rodea. Sabemos ya dónde reposan los cuatro rincones del mundo, los cuales marcan los límites de todo lo que nos rodea.
Pero los dioses no apreciaron que los nuevos seres sepan tantas cosas. Faltaba que conocieran sólo una parte del mundo que los rodeaba. Sólo una parte de lo que existía les sería revelada y no deberían comprender todo. Faltaba limitar el campo de sus conocimientos a fin de reducir su orgullo. Sino sus hijos percibirían aún mejor las realidades del mundo hasta saber tanto como los dioses, y creerse dioses ellos mismos.
Faltaba remediar este peligro que sería fatal para el orden fecundo de la creación.
Entonces los dioses limitaron el campo de sus conocimientos.
A fin de que estos seres no estuviesen solos, los dioses crearon las mujeres. Durmieron a los hombres y ubicaron cerca de ellos a las mujeres, desnudas y apacibles.
Cuando se despertaron, vieron con alegría lo bellas que eran. Para distinguirlas les dieron nombres que evocaban la lluvia según las estaciones.

Las parejas se formaron y tuvieron hijos que comenzaron a poblar la tierra.
Ciertos entre ellos eran más dotados que otros. Por esta razón los dioses los eligieron para que fueran Adoradores y Sacrificadores, sacerdotes en las funciones más elevadas.
Los primeros seres engendrados eran tan bellos como su madre, tan fuertes como su padre y supieron adivinar el misterio de sus orígenes.
Es así que Balam Quitzé y los otros ancianos fueron los generadores de los seres humanos que vivieron, se desarrollaron y formaron las tribus del Quiché. Estos primeros hombres se propagaron sobre la tierra, en la región del oriente.

Mito Maya

La Creación del Mundo Maya


Antiguamente, no había sobre la tierra ningún hombre, ningún animal, ni árboles, ni piedras.
No había nada. Esto no era más que una vasta extensión desolada y sin límites, recubierta por las aguas.
En el silencio de las tinieblas vivían los dioses Tepeu, Gucumats y Huracán. Hablaban entre ellos y se pusieron de acuerdo sobre lo que debían hacer.
Hicieron surgir la luz que iluminó por primera vez la tierra.
Después el mar se retiró, dejando aparecer las tierras que podrían ser cultivadas, donde los árboles y las flores crecieron.
Dulces perfumes se elevaron de las selvas nuevas creadas.
Los dioses se regocijaron de esta creación. Pero pensaron que los árboles no debían quedar sin guardianes ni servidores. Entonces ubicaron sobre las ramas y junto a los troncos toda suerte de animales.
Pero éstos permanecieron inmóviles hasta que los dioses les dieron órdenes:
-Tú, tu irás a beber en los ríos. Tú, tu dormirás en las grutas. Tu marcharás en cuatro patas y un día tu espalda servirá para llevar cargas. Tú, pájaro, vivirás en los árboles y volarás por los aires sin tener miedo de caer.

Los animales hicieron lo que se les había ordenado.
Los dioses pensaron que todos los seres vivientes debían ser sumisos en su entorno natural, pero no debían vivir en el silencio; porque el silencio es sinónimo de desolación y de muerte. Entonces les dieron la voz.
Pero los animales no supieron más que gritar, sin expresar ni una sola palabra inteligente.
Entristecidos, los dioses formaron consejo y después se dirigieron a los animales:
- Porque ustedes no han tenido conciencia de quiénes somos, serán condenados a vivir en el temor a los otros. Se devorarán los unos a los otros sin ninguna repugnancia. Escuchando eso, los animales intentaron hablar. Pero sólo gritos salieron de sus gargantas y sus hocicos.
Los animales se resignaron y aceptaron la sentencia: pronto serían perseguidos y sacrificados, sus carnes cocidas y devoradas por los seres más inteligentes que iban a nacer.

Mito Maya

domingo, 27 de noviembre de 2011

Privilegio de la suicida

El que se mata mata al que lo amaba.
Detiene el tiempo —el tiempo que es de todos
y no era sólo suyo—
en un instante: aquel en que alzó el vaso
colmado de veneno;
en que segó la yugular; en que
hendió con largos gritos el vacío.

Ah, la memoria atónita, sin nada más que un
huésped;
la atención que regresa como un tábano
siempre hasta el mismo punto intraspasable
y la esperanza que amputó sus pies
para ya no tener que ir más allá.

Ay, el sobreviviente,
el que se pudre a plena luz, sepulcro
de par en par abierto,
paseante de hediondeces y gusanos,
presencia inerme ante los ojos fijos
del juez ¿y quién entonces
no osa empuñar la vara del castigo?

¡Condenación a vida!
(Mientras el otro, sin amarraduras,
alcanza la inocencia del agua, las esencias
simplísimas del aire
y, materia fundida en la materia
como el amante en brazos del amor,
se reconcilia con el universo.)

Rosario Castellanos

Lo Cotidiano


Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
este cabello triste que se cae
cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
que se atraviesan con jadeo y asfixia,
las paredes sin ojos,
el hueco que resuena
de alguna voz oculta y sin sentido.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche
no se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
no por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
el sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.


Rosario Castellanos

La Paloma



Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)

Rafael Alberti

Muchachas

Desde mi infancia vengo mirándolas, oliéndolas,
gustándolas, palpándolas, oyéndolas llorar,
reír, dormir, vivir;
fealdad y belleza devorándose, azote
del planeta, una ráfaga
de arcángel y de hiena
que nos alumbra y enamora,
y nos trastorna al mediodía, al golpe
de un íntimo y riente chorro ardiente.


Gonzalo Rojas

Mariposas para Juan Rulfo


Cómo fornicarán felices las mariposas en
el césped oliendo
de aquí para allá a Dios sin
que vaca alguna muja encima de
su transparencia, jugando a jugar
un juego vertiginoso a unos pasos
blancos del cementerio con el mar
del verano zumbando allá abajo ocio y
maravilla.

Rulfo habrá soplado en ellas tanta
locura, Juan Rulfo cuyo Logos
fue el del Principio; les habrá dicho: -Ahora, hijas,
nos vamos de una vez
del páramo.

¿Y ellas? Ahora ¿qué harán
ellas sin Juan que cortó tan lejos
más allá de Comala en caballo único tan
invisible? ¿bailarán, seguirán
bailando para él por si vuelve, por
si no ha pasado nada y de repente
estamos todos otra vez?

Por mi parte nadie va a llorar, ni
mi cabeza que vuela ni la otra
que no duerme nunca. Se ha ido
y se acabó, nadie
corre peligro así acostado oyendo
los murmullos aleteantes.
                                        -Con tal
de que no sea una nueva noche. 

Gonzalo Rojas

Oscuridad Hermosa

Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido.

Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.

Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.

Gonzalo Rojas

La Luna

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía
Un pedazo de luna en el bolsillo
es el mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir

Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.

Te Desnudas Igual

Te desnudas igual que si estuvieras sola
y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!

Te pones a flirtearme como a un desconocido

y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas conmigo.

¡Y como nos queremos entonces en la risa

de hallarnos solos en el amor prohibido!
(Después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento un escalofrío.).

sábado, 26 de noviembre de 2011

La Leyenda del Bisonte

 Hace mucho tiempo, cuando el mundo era muy joven, el bisonte no tenía joroba. Él obtuvo su joroba un verano, por su crueldad  con los pájaros. Al bisonte le gustaba correr por las praderas por placer. Los zorros corrían delante de él y avisaban a los animales pequeños que su jefe, el bisonte, venía.

Un día, cuando el bisonte corría por las praderas, se dirigió hacia donde viven los pequeños pájaros que anidan en el suelo. Los pájaros avisaron al bisonte y a los zorros que iban en la dirección donde tenían sus nidos, pero nadie, ni los zorros, ni el bisonte, les pusieron atención. El bisonte corrió y pisoteó bajo sus pesadas patas los nidos de los pájaros; incluso, cuando escuchó a los pájaros llorando, siguió corriendo sin parar.

Nadie sabía que Nanabozho estaba cerca. Pero Nanabozho se enteró de la desgracia sucedida con los nidos de los pájaros y sintió pena por ellos. Corrió, se plantó delante del bisonte y los zorros y los hizo parar. Con su bastón golpeó fuertemente al bisonte en los hombros. El bisonte, temiendo recibir otro golpe, escondió la cabeza entre sus hombros. Pero Nanabozho solamente dijo: "Tú, a partir de hoy, siempre llevarás una joroba sobre tus hombros. Y llevarás la cabeza gacha por vergüenza."

Los zorros corrieron para escapar de Nanabozho, escarbaron agujeros en el suelo y se escondieron dentro. Pero Nanabozho los encontró y les castigó: "Por ser crueles con los pájaros, siempre viviréis en el frío suelo".

Desde entonces, los zorros tienen sus madrigueras en agujeros en el suelo y los bisontes tienen joroba.

Leyenda Indigena Norteamericana

La Niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.
 ...Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.
 ...Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.
Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!
 ...Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.
 Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!
 

José Martí (Cuba)

Versos Sencillos

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.
Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez —en la reja,
A la entrada de la viña,—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca:—cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.
Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro,—es
Que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La vibora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.
Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.
   Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

José Martí (Cuba)

Canción

¡De que callada manera 
se me adentra usted sonriendo, 
como si fuera la primavera ! 
(Yo, muriendo.)
Y de que modo sutil 
me derramo en la camisa 
todas las flores de abril
¿Quién le dijo que yo era 
risa siempre, nunca llanto, 
como si fuera 
la primavera? 
(No soy tanto.)
En cambio, ¡Qué espiritual 
que usted me brinde una rosa 
de su rosal principal!
De que callada manera 
se me adentra usted sonriendo, 
como si fuera la primavera 
(Yo, muriendo.)

Nicolas Guillen (Cuba)

Táctica y estrategia

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es en cambio más profunda y más simple mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites.

Mario Benedetti 

Defensa de la alegría

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
 de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y de la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
            y también de la alegría 

El Huevo Cosmico

Al principio sólo existía el Caos encerrado en un enorme huevo negro. Estaba formado por las fuerzas del Yin (femenina, oscura y fría) y el Yang(masculina, clara y caliente) que se relacionaban entre ellas.
Dentro de ese huevo vivía Pan'Ku creado por esas fuerzas, y estuvo durmiendo en el durante 18.000 años hasta que un día despertó y al estirarse lo rompió. (Otras versiones dicen que cogió un hacha enorme y la empleó para romper el huevo)
De los trozos que quedaron, los pesados (parte oscura) se quedaron abajo y formaron la tierra y los más ligeros (parte clara), flotaron y formaron el cielo.
Pan' Ku se quedó en el medio para impedir que las dos partes se unieran.

La Tierra durante otros 18.000 años seguiría creciendo más y más, al igual que Pan' Ku.
Hasta llegar al momento en el que la tierra y el cielo no podían crecer más y Pan' Ku se agotó tanto que falleció.
De cada parte de su cuerpo nacieron las cosas que ahora forman parte de nuestro mundo:
su cuerpo y sus miembros se convirtieron en 5 grandes montañas, su aliento se transformó en el viento y las nubes, su voz en el trueno, un ojo se transformó en el sol y el otro en la luna.
Sus músculos se transformaron en fértiles campos, sus lágrimas los ríos y mares, su sangre formó el agua y sus venas caminos.
Las estrellas las formaron su pelo y su barba y la vegetación salió de su piel.
Su médula se transformó en jade y en perlas. Su sudor se transformó en la fina lluvia y el rocio.

Se decía que cuando estaba contento brillaba el sol y cuando estaba enfadado todo se nublaba.

¿Y los seres humanos de dónde habrán salido? Aunque sea lamentable tiene su lógica, según la mitología china, nosotros los humanos nacimos a partir de los parásitos que tenía el gigante Pan' Ku en su cuerpo, pulgas y piojos.

Otra interpretación muy distinta es que Pan' Ku nació de los 5 elementos y con un cincel y un martillo construyó la tierra. Así pues se encuentra a Pan' Ku representado como un primitivo velludo que sostiene un gran martillo con el que rompe la roca primigénia.

Mitologia China

Qué putas puedo?

¿Qué putas puedo hacer con mi rodilla,
con mi pierna tan larga y tan flaca,
con mis brazos, con mi lengua,
con mis flacos ojos?
¿Qué puedo hacer en este remolino
de imbéciles de buena voluntad?
¿Qué puedo con inteligentes podridos
y con dulces niñas que no quieren hombre sino poesía?
¿Qué puedo entre los poetas uniformados
por la academia o por el comunismo?
¿Qué, entre vendedores o políticos
o pastores de almas?
¿Qué putas puedo hacer, Tarumba,
si no soy santo, ni héroe, ni bandido,
ni adorador del arte,
ni boticario,
ni rebelde?
¿Qué puedo hacer si puedo hacerlo todo
y no tengo ganas sino de mirar y mirar?

Jaime Sabines

viernes, 25 de noviembre de 2011

La Diosa Ixchel La Luna

En el inicio cuando los dioses eran mortales, existía una bella princesa llamada Ixchel. Había muchos hombres que la pretendían entre ellos un joven llamado Itzamná. Un día llego un príncipe de otro imperio, para rendir tributo por la victoria en batalla de la gente de Ixchel y en cuando la conoció se enamoro de ella.
La gente del pueblo le dijo que Itzamná la pretendía y que al parecer ella empezaba a caer ante el entonces desde que el conoció a Itzamná reñían por el amor de Ixchel.
Su hermana mayor; Ixtab, decidió que pelearían hasta que uno de los dos muriera, el sobreviviente quedaría con Ixchel, pero Ixtab desconocía que Ixchel estaba enamorada de Itzamná.
Itzamná iba a vencer pero su oponente le hirió por la espalda con juegos sucios y murió. Ixchel al ver morir a su amado corrió del lugar y encomendando su alma a Ixtab, se quito la vida.
Ixtab maldijo a aquel que con juegos sucios mato a Itzamná, y nadie sube lo que sucedió con él, ella a quien su hermana encomendó su alma al morir, paso a ser la Diosa del Suicidio.
Las almas de las doncellas de la princesa guiaron a los enamorados al cielo y así Itzamná pasó a ser el Dios Sol, e Ixchel, pasó a ser su esposa y la Diosa Luna.
En agradecimiento y como una prueba de su amor por Ixchel, Itzamná dividió en día y noche y a la noche le dio brillo con las almas de esas doncellas que son las estrellas más brillantes.
Se dice que en cada Fuego Nuevo la diosa Ixchel renace del fuego y permite a las doncellas enamorarse y dar como fruto de ese amor un hijo, es por eso que también es considerada diosa del parto y la fertilidad.
La gente del desaparecido pueblo Xcaret cree que cuando un alma de noble corazón muere se convierte en una estrella, por eso en cada fuego nuevo, le ofrecen una ofrenda para que la diosa perdone lo que hubieran hecho para enojarla y aspirar a convertirse en una de las estrellas que iluminan su camino.
Leyenda Maya

El Robo del Fuego

Hace mucho tiempo, no se conocía el fuego, y los hombres debían comer sus alimentos crudos.
Los Tabaosimoa, los Ancianos, se reunieron y discutieron sobre la manera de obtener alguna cosa que les procuraría el calor y les permitiría cocer sus alimentos. Ayunaron y discutieron... y vieron pasar por encima de sus cabezas una bola de fuego que se sumergió en el mar pero que ellos no pudieron alcanzar. Entonces, fatigados, los Ancianos reunieron personas y animales para preguntarles si alguno de ellos podía aportarles el fuego.
Un hombre propuso traer un rayo de sol a condición de que sean cinco para ir al lugar donde salía el sol. Los Tabaosimoa aprobaron la proposición y pidieron que los cinco hombres se dirigieran hacia el oriente mientras que ellos, llenos de esperanza, continuarían suplicando y ayunando. Los cinco partieron y llegaron a la montaña donde nacía el fuego.
Esperaron la llegada del día y se dieron cuenta que el fuego nacía sobre otra montaña, más alejada. Retomaron entonces su camino. Llegados a la montaña, en un nuevo amanecer, vieron el fuego nacer sobre una tercera montaña, aún más alejada. Prosiguieron así hasta la cuarta, después la quinta montaña donde, desalentados, decidieron regresar, tristes y fatigados.
Contaron esto a los Ancianos quienes pensaron que jamás podrían alcanzar el Sol. Los Tabaosimoa les agradecieron y se volvieron a poner a reflexionar sobre lo que podrían hacer.
Es entonces que apareció Yaushu, un Tlacuache sabio, y él les relató un viaje que había hecho hacia el oriente. Había percibido una luz lejana y quiso verificar lo que era. Se puso a marchar durante noches y días, durmiendo y comiendo apenas.
La noche del quinto día pudo ver que en la entrada de una gruta ardía un fuego de madera de donde se elevaban grandes llamas y un torbellino de chispas.
Sentado sobre un banco un hombre viejo miraba el fuego. Era grande y llevaba un taparrabo de piel, los cabellos blancos y los ojos horriblemente brillantes. De tanto en tanto alimentaba esta "rueda" de luz con leños.
El Tlacuache contó cómo él permaneció escondido detrás de un árbol y que, espantado, él hizo marcha atrás con precaución. Se dio cuenta que se trataba de alguna cosa caliente y peligrosa.

Cuando él hubo acabado su relato, los Tabaosimoa pidieron a Yaushu si él podía volver y traerles un poquito. El Tlacuache aceptó, pero los Ancianos y su gente debían ayunar y orar a los dioses haciendo ofrendas. Ellos consintieron pero le amenazaron de muerte si éste los engañaba. Yaushu sonrió sin decir una palabra.
Los Tabaosimoa ayunaron durante cinco días y llenaron cinco sacos de pinole que dieron al Tlacuache. Yaushu les anunció que estaría de regreso en otros cinco días; debían esperarlo despiertos hasta medianoche y si él moría, les recomendó de no lamentarse por él.

Portando su pinole, él llegó al lugar donde el viejo hombre contemplaba el fuego.
Yaushu lo saludó y fue solamente a la segunda vez que él obtuvo una respuesta. El viejo le preguntó lo que hacía tan tarde en ese lugar.
Yaushu respondió que era el emisario de Tabaosimoa y que buscaba agua sagrada para ellos. Estaba muy fatigado y preguntó si podía dormir antes de retomar su camino la mañana siguiente.
Debió suplicarle mucho pero al fin el viejo le permitió quedarse a condición de que no toque nada. Yaushu se sentó cerca del fuego e invitó al viejo a compartir su pinole.
Este vertió un poco sobre el leño, tiró algunas gotas por encima de su hombro, después bebió el resto. El viejo le agradeció y se durmió.
Mientras que Yaushu lo escuchaba roncar, pensaba la manera de robar el fuego. Se levantó rápidamente, tomó una brasa con su cola y se alejó. Había hecho un buen pedazo del camino cuando sintió que una borrasca venía sobre él y vio, frente a él, al viejo encolerizado.

Él lo reprendió por tocar y robar una cosa que no le pertenecía; lo mataría. Inmediatamente él tomó a Yaushu para quitarle el tizón pero aunque éste lo quemaba no lo soltaba. El viejo lo pisoteaba, le trituraba los huesos, lo sacudía y lo balanceaba. Seguro de haberlo matado, se vuelve a vigilar el fuego. Yaushu rodó, rodó y rodó... envuelto en sangre y fuego; llegó así delante de los Tabaosimoa que estaban orando.
Moribundo les dio el tizón. Los Ancianos encendieron los leños. El Tlacuache fue nombrado "héroe Yaushu". Lo vemos aún hoy marchar penosamente por los caminos con su cola pelada. 

Leyenda Mexica (Azteca)

El Enemigo

Mi juventud no fue sino un gran temporal Atravesado, a rachas, por soles cegadores; Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros...