Ayúdame a decir la verdad
delante de los fuertes y a no decir
mentiras para ganarme el aplauso
de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la
humildad.
Si me das humildad, no me quites
la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra
cara de la medalla,
no me dejes inculpar de traición
a los demás por no pensar
igual que yo.
Enséñame a querer a la gente
como a mí mismo y a no juzgarme
como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo
si triunfo, ni en la
desesperación si fracaso.
Más bien recuérdame que el
fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar
es un signo de grandeza y que la venganza
es una señal de bajeza.
Si me quitas el éxito, déjame
fuerzas para aprender
del fracaso.
Si yo ofendiera a la gente,
dame valor para disculparme
y si la gente me ofende,
dame valor para perdonar.
¡Señor…si yo me olvido de tí,
nunca te olvides de mí!
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